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Mostrando entradas de marzo, 2011

Un día cualquiera

Un día de esos días, como cualquiera, en que mis pasos tomaban rumbo hacia algún lado, me topé con la noticia que había estado esperando durante tanto tiempo, tanto, que dejé de esperarla sin darme cuenta. Me encontré cerca del aroma de una mujer de cabellos dorados, con sonrisa de aurora, ojos profundos, labios de abismo, senos de tormenta, talle de cascada, piernas de vereda, con la vida en la boca y la muerte en los besos. En tanto, reuní de nuevo mis sentidos y me halle absotro recorriendo esa piel como la espuma, de un aroma suave y esconido, como el que se percibe del incienso en los templos místicos de no sé dónde. Me encontré siguiendo una vereda a ciegas, deslumbrado por la risa contagiosa de la mujer de cabellos de oro esperando hallar refugio en la penumbra, hundido en el abismo de sus boca y ahogándome en las aguas de su cuerpo. Un día de esos como tantos otros días me di cuenta que una mujer de cabellos dorados, escencia de bosque y piel de espuma,

Aquí te tengo

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Aquí te tengo Ahora que lo pienso, no sé bien quién eres. No se nada de ti. No hay un papel que diga mi nombre en tu archivero. Pero llegaste. Entraste por una puerta cerrada años atrás. Dijiste: ¡estoy aquí ¡ y te instalaste. Ahora encuentro tu nombre debajo de muchas piedras, en el polvo que no limpio, en las letras que no he leído y hasta en los sueños que no recuerdo. Por que estás ahí, en mis sueños; entraste en ellos cuando ya habían terminado. Por que ahora sabes que soñé soñando que soñaba y ahora ya te sueño. Ya te extraño. Por que llegaste a contagiarme una locura fermentada, destilada y añejada en los rincones de mi propia historia. Eres la cometa que vuelo por las noches y aferrado a ti vuelo, recorro ese mundo, mi mundo, mi reino olvidado de donde he sido desterrado y donde vuelvo cuando duermo. Me conoces por mis sueños, pero te sueño y no te conozco, Te conozco, me conoces y es extraño ¿sabes? Ahora llevo conmigo un papelito con mi nombre, sólo por s

Como

Y finalmente cayó el rayo quebrando el viento, rompiendo el aire. Como una ráfaga de aliento, como un secreto en la carne, como una ola de sueños. Y el tiempo fue nada y la nada fue todo. Y el suspiro se hizo grito en silencio y el silencio se hizo espasmo. Como una tonelada de aire, como un abismo de sueño, como un momento, eterno, constante. Como un de nuevo, de nuevo, de nuevo. Como un no más, como un nunca antes.

Señora

Francamente nunca he sido muy bueno en eso de decir cosas solemnes pero la memoria en ocasiones, para mi fortuna, me trae de nuevo los aromas, los sonidos y las imágenes de una casa vieja donde tuve tierra, plantas y animales; en fin, todo aquello que todo niño necesita para ser niño. De todas aquellas imágenes, muchas me han abandonado sin poder hacerlas volver y las que me han seguido lo han hecho tan persistentementeque soy quien soy gracias a ellas. Son precisamente esas persistencias las que en este momento me hacen recordar que hace muchos años conocí a una mujer tan alegre que su risa hacia eco en las paredes de la vieja casa, donde, cuando niño, solía ponerme a fantasear con mundos nuevos; tan grande que su sombra aún me cobija a varios kilómetros de donde me encontré por primera vez en su regazo; tan inteligente que me dejó tropezar una y otra vez sólo para asegurarse de que aprendería a caminar, pero sobre todo, a levantarme. Qué importante sería para

El peso de la noche

¿Alguna vez has sentido el peso de la noche? La angustia de llegar a no sé dónde, el puñal de ser testigo y quedarse mudo, saber algo que nadie te ha dicho que es mentira, rondar por las calles buscando un rostro que sabes de antemano que no habrás de ver, poner cuerdas en tus manos y pies pero aún así correr detrás de algo, dormir con un ojo abierto para no soñar, despertar con la prisa de buscar y no saber cómo, llegar de pronto a todas partes y saber que aún no estás ahí, querer embriagarte de la pena pero seguir sobrio de la angustia, estar completamente segura de que dudas de todo... Eso, amiga, es el peso de la noche

Amanecer

Como una paloma en la arena, mi mano recorrió tu espalda. Entre las sábanas adivinaba tu cuerpo, suave, tenue. Sentí tu pelo, miré tu cara, besé tu mejilla y cuando quise verte ya no estabas. No eras tú. No era yo. Eran ahí dos desconocidos, dos cuerpos perdidos, restos de naufragio, canciones olvidadas. Y entonces la sed, la resaca, la tierra bajo mis pies, mis palabras, tus palabras. Pero aún así besé tu pelo y acaricié tu espalda. Te dejé dormir, y al salir, me fui de ahí, de donde nunca estuve, de donde ya no estabas.

Ya pasó

En fin, ya pasó. Como habían dicho mis astros de las noches más oscuras. Se derrumbó mi castillo de naipes marcados, de palitos de paleta, de ojos abiertos y sueños cerrados. Sin decir una palabra me pediste cordialmente que descienda así, lento, sin prisas ni tropiezos, del pedestal que me alquilaste. Pero en fin ya pasó. Regreso ahora a mi barranco a buscar raíces, regreso a la humedad agreste de las noches sucias donde reino yo, donde no habita nadie, donde no hay musa. Voy de vuelta a mis dominios, de bebidas negras, de aire turbio. Pero sin pena, porque, en fin, ya pasó. Tomo las tardes y las mañanas que te presté; me las llevo de vuelta todas incluso esas cuando me ignoraste, cuando fuiste bella en mis pupilas y acaricié tu cara, aquellas donde el sudor, la prisa y la ternura hicieron de la tarde un día y de la noche un siglo. Me llevo mis despojos conmigo, me pertenecen. Me vuelvo a casa cojeando y dolorido sin mirar al frente. Me voy sabiendo que por un r

Los buhos de la noche

Luego de caer el sol y de la música me encontré contigo en la penumbra radiante donde las soledades se acompañan y después de un verso al oído, musitado, apenas murmurado, me hallé envuelto de tu ser en un abrazo. En un carruaje tirado por caballos muertos huyendo del reloj de las estrellas, sentí tu aliento, tus manos, tu cuerpo tibio y la luz se hizo de nuevo entre mis manos. Y, en un segundo, como una chispa de olvido en nuestros ojos, tus labios y los míos se hicieron fuego, rompiendo el sosiego en mil pedazos, probando una gota de deseo de la copa sin fin de los arcanos. Bebí. Bebimos embriagados para huir como ladrones, Perseguidos luego de haber robado a la noche sus secretos. Desde entonces vivo colgado de un suspiro, arrancando a la noche tus abrazos, cálidos fuertes y emotivos, teniendo sólo cual testigo a los búhos solitarios del recuerdo.

Venganza

Lo lograste, desataste los demonios, incendiaste la noche, me llevaste a tu cueva. Alevosamente hiciste brasas de mi carne, rompiste el dique, elevaste la marea. Me inyectaste tu veneno y me hice fiera. Encendiste el hambre, saltaste la cerca. Sin respeto alguno me tocaste y ahora el deseo de tu cuerpo me rodea. Busco tus ojos entreabiertos, tu aliento, tu impaciencia. Espero convertir tus suspiros en grito y tu cuerpo en mi trinchera. Quiero refugiarme entre tus piernas, beber tu noche, apagar tu hoguera. Me diste a probar tus caricias pendencieras, y ahora quiero arrancar tu ropa, oprimir tu pecho, darte mi esencia, llenar tu espacio, morder tu espera. Anda pues dame tu vino, muerde mi carne, chupa mi sangre, abre las puertas, invítame a ser siempre tu vampiro y déjame entrar en tus noches sin estrellas. Quiero sentir lo tibio de tu vientre y morder tu cuello, hacer que regreses de tu ausencia, inundarte del calor que me despiertas. Después de todo eres culpable

Vino dulce

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Qué difícil fue dejarte, decir adiós, adiós sin más, adiós sin ti, adiós sin mi. Yo, un hombre de la calle, vi la mar en pleno eclipse y anidé en tu cuerpo, tibio, pródigo y fui eterno. Toma mis manos, ata mi cuerpo, haz que mi boca deje de ser mía, acerca tu piel y bebe de mi, haz de esta noche contigo un milagro sordo, un prodigio de humedades y suspiros. Tómame de nuevo. Pusiste en mi cuerpo siete flores blancas, sobre mis manos tus senos tibios y bebimos el vino dulce del olvido arrullados por la voz oscura de un maldito. Resumiendo, esa noche la perdí en tus brazos, me extravié para siempre, me hurtaste del mundo, me sacaste de la cueva donde habito para darme tu elixir de cálidos deseos. Te hice mía después de todo, antes de todo. Me hiciste tuyo, me tocaste, me sentiste, me diste a sentir tu entraña, me colmaste, marchitaste mi frente, floreciste mi alma, graduaste al aprendiz que pintaba en la noche los retratos vacíos de recuerdos vagos y le diste a

Brasas

Una chispa que guardé en mi corazón sintió el viento de tú presencia; se ha vuelto llama. Ahora vivo con miedo del fuego que desatas pero quiero consumirme en un abrazo tuyo y ser ceniza entre tus labios fuego en tú pelo y dejar mis brasas en tu cama.

Estás aquí

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Finalmente estás aquí, de nuevo siento tus pasos y busco tu aliento entre las sobras, tu imagen me persigue como hizo tanto tiempo y en las tardes frías, busco tu mano junto a la mía para caminar juntos como dos novios, como dos buenos amigos, como dos, simplemente dos. Llegaste otra vez luego de que la noche me arrancara tu figura, la hiciera pedazos y la escondiera detrás de las lágrimas que lloré cuando dejé tu casa la última vez. Se fueron tus ojos con delineador azul, se fue tu pelo de niña suave, se fueron tus manos empeñadas en pelear con mi camisa. En fin, te fuiste de mí, sin saberlo. Me fui de ti sabiéndolo tú. En un segundo los minutos se hicieron décadas, a unos metros, la distancia se hizo años y en un silencio, mis labios se olvidaron de decir Te quiero a fuerza de no habértelo dicho nunca. Nunca te lo dije, nunca lo escuché. Nunca se hizo siempre y así nos perdimos. Te soñé tanto que dejé de soñar para no verte. Te lloré tanto que dejé de llorar tu a

Como siempre

A la sombra del sol, en pleno día, al calor de la ciudad fría, la mañana de una tarde, un verano de algún año, llegaste de nuevo y me abrazaste, sentí tu piel, tu pelo y tu mirada; y fuimos de nuevo aquello que no fuimos. Fui tuyo como siempre lo fui, como nunca pude serlo. me tomaste en tus brazos, me abrigaste, alejaste los miedos. me rendí sin esperanza a tu deseo, a tu hechizo, a tu cuerpo. Rompí mis cadenas para dejarte salir del cautiverio, para sacarte por fin de mis recuerdos tristes, de las noches solas, de las camas frías. Soñé por un momento en tu cuerpo sin estar dormido ni despierto, con los ojos abiertos, soñando pero atento a cada paso tuyo. Te vi, me viste. Te busqué y te encontré, nos encontramos. Desnudos, vírgenes, como dos niños. Perversos y sedientos, ansiosos, expresivos, felices por fin, tristes por siempre. Oi tu grito ahogado, mitigado por mi fuego. Sentí tu cuerpo entero, el más puro, bello y anhelado. Te di a beber de la sed que llevo en

Jamás

Una gota, dos gotas, tres gotas. Así, poco a poco, una gota a la vez, una gota por cada segundo, sangraré. Así, como los últimos veinte años, como las últimas dos semanas, como los últimos dos minutos, como los últimos tu y yo, los últimos. Los astros se equivocan después de todo, ni las fechas, ni los días, ni nada habrán de obrar el milagro de estar juntos; no mis palabras, ni mis poemas, ni mis caricias. Porque el miedo nos hizo presas hace años. Porque soñamos despiertos y despertamos dormidos a pleno sol, quemante y abrasivo, muriendo sobrios la muerte de los vivos que mueren sin saberlo. Porque fue tan grande el fuego que encendimos que ardimos hasta el hueso, invocando demonios acechantes, furtivos, malnacidos, que rondan por las calles escondidos a la caza de un amor, de un suspiro. Crueles cancerberos leyeron mis versos, los mordieron, profanaron mi tesoro, lo escupieron. Malditos, por siempre los maldigo y hasta mi muerte maldeciré la hora en me viero

Mía

Hoy me levanté de la cama con una sensación extraña, muy extraña. Esa sensación de extrañarte profundamente y tenerte cerca, sentir en sueños que estás a mi lado, que te puedo tocar con sólo estirar mis brazos y, sin embargo, sentir sólo el vacío al hacerlo. No te puedo extrañar porque estás conmigo, aquí, detrás de mi hombro izquierdo, como una visión, como un fantasma. Me sigues donde quiera que voy, me aconsejas, me regañas, me das palmadas cuando algo he hecho bien. Sin embargo siempre que volteo a mirar tus ojos ya te has ido. Estás junto a mi en todo momento pero jamás te puedo ver, eres intangible, etérea, sin embargo tu piel ha estado tan cerca de mí que su textura se volvió parte de mis yemas y siento tu tacto en todas partes, tu cuerpo desnudo quemó mis retinas y ahora veo tu silueta donde quiera que miro no importa si es la calle, el horizonte o mi propio reflejo. Estás ahí, inmensa mujer de senos como canciones, Hermosa aparición de caderas generosas, de man

Dónde

Donde mis palabras no te tocan, donde mi cuerpo te es ajeno, donde mis manos son huérfanas de tus senos, te espero. Donde mi ser no es ni ha sido, donde estoy ahora sin ti, sin tu aliento, donde duermo desnudo sin tu abrazo, te pienso. Donde estás, ahí llega mi aroma para cubrirte, para abrigar tu piel suave y despoblada, para sentir tus espacios cerrados, tus palabras mojadas; para hacer de tu espalda mi paisaje, de tus piernas mi cobijo, de tu grito mi silencio y de mi andar suave tu gemido. ¿Dónde estás? ¿Dónde estoy? Donde estamos nadie habita, nadie duerme, nadie grita. El vino suave de la madrugada me dice que no estás y mis manos, mi consuelo, juegan a ser tú, la suave, la tierna, la feroz atacante en mi recuerdo.

Amenaza incumplida

¿Por qué diablos no acabas de entregarte? ¿Por qué no me llevas a tientas a tu cama y me destruyes? Acaba con mi ensueño. Haz pedazos la duda que me abraza. Ven y poséeme de una vez por todas. ¿Qué esperas? ¿Acaso algo que aún no te haya dicho? cuando ya me has arrancado todas las palabras. Ven y termina con toda mi poesía. Ven y termina toda tu amenaza.

Caí una vez

Me siento un poco muerto Pero aún así todas las mañanas el frío seguirá rozando mi mejilla. Estamos a mano, ni un segundo más, ni una palabra menos. Pero tal vez después de todo, te debo algo, tres, cuatro o cinco poemas que, si rompes estaremos entonces a mano, así ni una palabra de más ni un segundo de menos. De cualquier forma el viento frío de la madrugada seguirá despertándome para recordarme que por más de un día estuviste presente en mi ensueño; pero estamos, creo yo, a mano. Ni un día de más, ni una disculpa de menos, Ni una noche más, ni un día menos...

Blanco y Negro

Hace poco tiempo, conocí a una muchacha llamada Tú y la observe durante varios días, mientras caminaba de un lado a otro, mientras trabajaba, mientras decía las cosas que le pasaban por la cabeza y con su cuerpo hice varios versos que escribí en hojas muy blancas con letras muy negras. Pero pensé que varios versos no eran suficiente obsequio y decidí regalarle varias noches llenas de estrellas sobre un fondo negro y profundo. Busque durante varios días la luz adecuada para envolver mi regalo, busqué en muchos atardeceres y auroras el momento preciso del obsequio. Y mientras llegaba el momento esperado seguí con mis letras y mis hojas, largo rato, poco tiempo. Ella por su parte leía en mis blancos papeles mis palabras negras y se enteraba, como viendo las noticias, de los últimos sucesos en mi mente. Observaba paciente, a veces atenta, a veces ausente. En ese ir y venir de los momentos, la muchacha que conocí, de nombre Tú, se fue acercando hasta tocarme y me

A mano

Me siento un poco muerto Pero aún así todas las mañanas el frío seguirá rozando mi mejilla. Estamos a mano, ni un segundo más, ni una palabra menos. Pero tal vez después de todo, te debo algo, tres, cuatro o cinco poemas que, si rompes estaremos entonces a mano, así ni una palabra de más ni un segundo de menos. De cualquier forma el viento frío de la madrugada seguirá despertándome para recordarme que por más de un día estuviste presente en mi ensueño; pero estamos, creo yo, a mano. Ni un día de más, ni una disculpa de menos, Ni una noche más, ni un día menos...