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Mostrando entradas de octubre, 2012

Alcoholismo

¿Que bebo vino cuando no estás y eso te altera? El vino me susurra al oído que eres mi musa, mi inspiración, mi deseo, mi luz. Eres el aroma que me sigue cuando sueño. Eres la noche que amanece cada tarde Eres mi yo, mi tú, mi nosotros. Eres la poesía que recito sin saberlo cuando sueño. Eres los lugares que recuerdo y donde nunca he estado. Eres la flor que nace en el desierto, la luz que crece en el océano, la niebla que brota en los tejados en las noches que no concibo el sueño. ¿Ya lo ves cielo? Eres mi poesía encarnada, mi aliento, mi mañana.  El vino lo único que hace es quitarme las ataduras del ahora y del futuro incierto y me deja verte así, desnuda, cuando ni siquiera estás sobre mi cama. Haces que salga poesía de la nada, de los vasos, del humo del cigarro, de las paredes. Porque eres mi musa y te sigo siempre donde vayas.

Vocabulario

No sé como decirte. No lo sé. Paso las tardes buscando palabras nuevas, no dichas, inmaculadas. Para nombrar las sombras que disipas, las nubes que conjuras, o de los puños apretados. Pero no encuentro. No existe el sustantivo, el verbo ni el pronombre para hablar de las noches largas tan cortas de valles y mesetas conjugados, de las sábanas con olor a musgo, y la lluvia que traes donde me ahogo. Ya he repasado diccionarios, enciclopedias, manuales y tratados pero no hay frase, ni sumario donde encuentre las letras que me faltan para hablar de tu aroma que se encarna en mis deseos más incendiarios, de la sangre desbordad ni de los gritos susurrados. Así una vez más me quedo en silencio, bebiendo del recuerdo de tu cuerpo, fumándome tu voz, haciéndote el amor en mis recuerdos.

Brevedad

Paso tras paso me voy bebiendo la tarde a tragos lentos bajo los árboles, sobre las calles, en tus recuerdos. Breve fui, corto como la llama del rayo que incendia el suelo y breve fuiste tú, pasajera, casi fortuita. Dos días, dos semanas, dos meses, dos fuimos. La tarde me trajo la brisa de tu pelo mojado, lo suave de tus pasos, lo firme de tus manos, lo grave de tu voz, lo fuerte de tus sueños. Todo fugaz, tan fugaz como el recuerdo. Y así, de prisa, la noche se llevó el aire con aroma de tu cuerpo, y mi voz no tuvo más donde anidar, perdí el ancla de tus manos, las alas de tus dedos, perdí el instante, el beso, la palabra, me perdí entero.