LA CRUEL BELLEZA



Hoy te he visto grandiosa, magnífica. Imponente.

Hoy tu figura sobresale del paisaje cotidianamente absurdo
de las paredes que, inexorables, nos contienen por tantas
ya tantas horas, todas las semanas, todos los meses.

Hoy te he visto caminar como flotando, como un soplo.

Hoy tu sonrisa tiene un particular tono de espejismo.

Perfecta en la crueldad de dejarte ver tan bella,
como  si estas blancas hojas y estas negras letras
tuvieran tanto espacio para llevar dentro de ellas
la pesada carga de saber que te iras como llegaste,
imperturbable, avasalladora, deslumbrante.

Mi eterna pregunta seguirá en el aire, flotando como tu
en un halo de silencio frío, haciendo cada vez más pálida
de tantas noches que ha pasado sin poder ser respondida.

Y tú que te apareces tan hermosamente cruel para no decirme nada,
para dejar que mis ojos vaguen en silencio por tu cuerpo
como buscando el momento exacto para detenerse, pero no pueden,
ya no pueden y tiene que ir de un lado a otro, como en juego,
de tu rostro a la pared, de tu talle al piso y de tus piernas a cualquier otro lado.

Me has hecho presa de las ganas de tocarte,
pero la ternura ya no creo que alcance para tanto,
la has ido desgastando poco a poco, cada noche, cada mañana,
con el animo incesante de la espera, con la palabra certera que no has dicho.

Y aún después de todo sigo caminando sobre tus pasos,
y busco entre las sombras que moran mis espacios un trocito de tu aroma
que haya olvidado irse contigo la última noche que no faltaste;
busco entre mis memoria algún pedazo de recuerdo que pueda
convertirse en tu imagen de por vida, que no duela,
que sepa a ti antes y después de todo, pero que no seas tú ahora.

Y tú tan cruel orillándome al olvido, tan hermosa, tan inmensa.

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