Hoy me pidieron que escribiera lo que pienso de una mujer que conozco, una que admiro y respeto, una que adoro, una que amo, una que es flor y árbol al mismo tiempo que es río y lago, que es mar y playa. ¿Qué decir? Diré, por ejemplo, que la encontré como se encuentra una piedra preciosa en medio del bosque. La vi brillar, me acerqué, la observé, me deslumbró y me quedé absorto. Podría decir también que al paso de los días, las semanas y los meses la fui conociendo y adentrándome cada día un poco más en su persona, en sus pensamientos, en sus palabras y ella se fue acomodando en los míos. Sus labios, sus manos, su piel he ido conociendo mientras su voz, su ternura y su cariño me han cubierto cuando la duda o el temor me han acechado. Puedo agregar que esa mujer, dura y noble como la madera, suave como brisa, fuerte como ráfaga; me ha cobijado, me ha consolado, me ha enseñado y me ha escuchado. Se ha convertido en ángel guardián en mis momentos de más miedo, ha estado ahí para a
Comentarios
Publicar un comentario