Jamás

Una gota, dos gotas, tres gotas.
Así, poco a poco, una gota a la vez,
una gota por cada segundo, sangraré.
Así, como los últimos veinte años,
como las últimas dos semanas,
como los últimos dos minutos,
como los últimos tu y yo, los últimos.

Los astros se equivocan después de todo,
ni las fechas, ni los días, ni nada
habrán de obrar el milagro de estar juntos;
no mis palabras, ni mis poemas, ni mis caricias.
Porque el miedo nos hizo presas hace años.
Porque soñamos despiertos y despertamos dormidos
a pleno sol, quemante y abrasivo, muriendo sobrios
la muerte de los vivos que mueren sin saberlo.

Porque fue tan grande el fuego que encendimos
que ardimos hasta el hueso, invocando demonios
acechantes, furtivos, malnacidos,
que rondan por las calles escondidos
a la caza de un amor, de un suspiro.
Crueles cancerberos leyeron mis versos, los mordieron,
profanaron mi tesoro, lo escupieron.
Malditos, por siempre los maldigo y hasta mi muerte
maldeciré la hora en me vieron de tu mano recorriendo el paraíso,
mientras su lenguas babeantes se llenaban
de suciedad, de odio, de hastío, de envidia.

Ahora soy Dante, muerto y vagabundo.
Ningún infierno es malo, ningún edén es bueno.
La sombra fría que dejaste es mi consuelo.
El espacio que ocupó tu cuerpo entre mis brazos
será eterno, inmenso y asfixiante. Ahora muero.

Jamás saciaré mi sed, porque mi sed se ha ido.
Jamás triste, sólo o enamorado
por no poder empezar de nuevo lo que jamás se ha terminado.

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