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¿Dónde está la navidad?

Las tardes se hacen grises, el viento frío arrastra hojas por las calles y salen de paseo los abrigos, las bufandas, las casacas y los guantes. En fin, llega el invierno, y con él las luces, las ganas de dar a los amigos un detalle, las copas para brindar con el mejor vino y desear paz, amor y días felices. Así, pues, se acerca navidad, se siente, se observa y se respira. En las ciudades, edificios, empresas, plazas y avenidas surgen luces parpadeantes, grandes pinos, nacimientos, juguetes divertidos y muchas cosas lindas que se compran en diciembre y en enero se guardan, se olvidan o se rompen. Pero en una casa humilde de paredes ocres   este año no llegaron las luces ni los colores, no hay árbol ni esferas que le adornen y un pequeño, tomando la mano a su papá le pregunta con tristeza - ¿dónde está la navidad? Papá ¿dónde está la navidad? No tenemos árbol ni piñata, ni regalos ¿no tenemos navidad?- Paciente, el padre lo mira y le contesta. La navidad, hijito, tú la tienes, está con

Desde niño

Yo siempre he cantado, desde niño, a pesar de todo y de todos siempre he cantado. Pero nunca había sentido qué se siente sentir que te gusta como canto. Desde que era niño he escrito, de todo, bueno y malo y mis letras las leyeron todos, buenos y malos. Pero jamás supe lo que era saber que supieras que te escribo. Desde joven, desde muy joven he amado como aman los que aman sin esperar amor a cambio y fui amado como son amados los que aman el amor, como los que aman aquello que no amaron. Pero nunca supe lo que era amar siendo tu amado, amándote sabiendo que me amaste como aman los que amaron sin decirlo. Te preguntarás a donde va todo este verso, es muy simple … Amo sentir que sientes que me amas cuando canto y que sientes lo que siento cuando escribo y que me sientes cuando siento que me amas así, bueno y malo desde niño.

Qué

Qué triste encontrarse sólo frente una sombra. Qué solo encontrarse triste frente a uno mismo. Qué encuentro tan solo, tan triste y sombrío cuando de todo lo que era para ti sólo soy el que está parado enfrente tuyo. Qué duro verse desnudo y tiritando. Qué frío es estar de nuevo solo. Qué solo es estar detrás de ti y no te des cuenta que piso cada paso que tu has dado, que te sigo en silencio cuando duermes y que sigo esperando que me esperes. Qué necio es el que cree que no está solo cuando sus cantos los contesta siempre el eco.   Qué triste es saber que no soy nada cuando una vez fui yo para ti, como soy, como era, como fui: entero, desnudo, completo, sin recelo. Qué frío hace hoy. Qué sola está la noche. Qué triste.

Qué triste

No quiero espacios ventilados, frescos, puros y relucientes. No necesito aromas fascinantes, ni sabores nuevos ni rincones limpios. Soy simple. Me conformo con una mano que apretar cuando algo duele, cuando estoy frío, cuando la muerte viene a recordarme que estoy vivo. Prefiero por sobre todas las cosas una mirada tierna, no una de aprobación ni una de admiración. No. Prefiero una de esas miradas suaves, de cariño, de consuelo. No me importa si llueve o si graniza o   si hay tierra volando en torno nuestro. No quiero saber si las hormigas se comerán la última migaja que queda del almuerzo. No soy inquisidor que cuestione donde se gastó el último peso del último pago del último salario. Prefiero en vez de eso, saber que no estoy solo, que te tengo. Puedes dejar mi ropa, mis platos, mi cama y mis recuerdos. Puedes tomarte el día, el mes el año entero. Prefiero tenerte mía diez minutos, cinco, dos … no me importa. No quiero nada, te quiero a ti solo a ti. Que pena que no lo sabes, que e

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DOMINGO (más tarde)

Varias horas y muchos minutos, que mientras escribo se van haciendo menos, per tú aquí sigues, para decir que no te olvide, y yo no te olvido; es más, te observo, desesperada. Reclamando que tu impresora ya no sirve, que tus papeles se extraviaron, o que tu segundo apellido no te gusta. ¿Te has dado cuenta que te observo aún cuando no estas presente? Te veo, te recreo, te repito y , en  los momentos  de mas sublimación, hasta te toco y conozco tu piel, suave y desbocada, te hago el amor sin que lo notes, sin sospecharlo apenas, sin advertir  que te hice mía con la mirada desde el primer día en el primer instante. En fin, te observo cuando no estas presente y eres mía. Y mientras escribo, las horas y los minutos se hacen menos para empezar de nuevo a recrdarte.

DOMINGO

Hoy , precisamente hoy, me he  puesto a pensar en ti. No ayer, ni antier.    Hoy. Hoy que recuerdo y pienso en todas las cosas que no nos hemos dicho, aún    cuando nos vemos a diario. Y justo ahora que no te vi,                 te veo sentada , ausente, distantemente presente y cumplida, diligente como las tardes que nunca llegan tarde, si no en el momento preciso. Hoy que no te he visto. Y solo un día antes de verte de nuevo, he soñado con tu piel clara, llena del calor fresco que llevan en el cuerpo las muchachas de menos de veinte años. Te he visto tantas veces, que (aún) me pregunto Cuántas son demasiadas y cuántas pocas para no dejar de verte. Menos de un minuto de distancia hace desmayar mi anhelo de probar tu cuerpo y cubrirlo de recuerdos, poco a poco y hacerlo inolvidable. Tal vez mañana al verte, me desborde por fin y corra a besarte como se besan los amantes que apenas se conocen; y tú dirás tal vez que ya me conociste y me invites a tu cama por un rato y durmamos com

NO TE IMPORTA

Quise conocerte una vez y no lo hice, quise encontrar en tu mirada un espacio breve, claro, lleno de la luz blanca que despides por entre tus sonrisas. Y después de tantos cortos e interminables días he encontrado en ti solo un gran hueco, lleno de luz clara. Encontré un espacio ocupado, lleno de recuerdos, harto de momentos que no compartirás conmigo ni con nadie que se parezca a mi en lo mas mínimo. No he podido entrar en tus recuerdos como alguien, más bien diría que como un cuando, un donde, un nunca, una eterna negación en tu memoria, en tu cuerpo y en tu mirada un leve rastro del enojo que    te movió a buscarme entre tus días. No sé cuantos días pasaron desde entonces, no sé cuantas veces tuve que negarme a buscarte y cuantas veces lo hice sin poder jamás encontrarte. Ahora ya no te busco, ya no me importa saber que no fui nadie, que mi tiempo no valió más de lo que valen las horas en un    reloj ajeno, que mis palabras no llegaron más allá que mis manos, que nunca podrás im

LA CRUEL BELLEZA

Hoy te he visto grandiosa, magnífica. Imponente. Hoy tu figura sobresale del paisaje cotidianamente absurdo de las paredes que, inexorables, nos contienen por tantas ya tantas horas, todas las semanas, todos los meses. Hoy te he visto caminar como flotando, como un soplo. Hoy tu sonrisa tiene un particular tono de espejismo. Perfecta en la crueldad de dejarte ver tan bella, como  si estas blancas hojas y estas negras letras tuvieran tanto espacio para llevar dentro de ellas la pesada carga de saber que te iras como llegaste, imperturbable, avasalladora, deslumbrante. Mi eterna pregunta seguirá en el aire, flotando como tu en un halo de silencio frío, haciendo cada vez más pálida de tantas noches que ha pasado sin poder ser respondida. Y tú que te apareces tan hermosamente cruel para no decirme nada, para dejar que mis ojos vaguen en silencio por tu cuerpo como buscando el momento exacto para detenerse, pero no pueden, ya no pueden y tiene que ir de un lado a otro, como en juego

Gato

Cuando era niño escuché que la curiosidad mató al gato y nunca quise ser gato. Nunca gato, nunca. hasta conocer    el misterio de ser gato entre tus piernas y gato al fin me hallé muerto a varios pasos de distancia de tu último paso. Un gato muerto, muerto involuntario. Desde entonces, entre sueños, vago por los rincones obscuros entre la incógnita y el hecho. Muerto como gato desde entonces. Muerto...de curiosidad.

El ángel de espaldas

Algunas personas afirman que los ángeles no tienen espalda. Que afirmación tan más estúpida, después de todo, quien diga tal cosa seguramente nunca ha visto, ni de lejos, un solo ángel, seguramente los imagina alados, resplandecientes, asexuales, antropomorfos o más bien con cierto aire de aves, por eso de las alas. Lo cierto es que los ángeles no sólo tienen espalda, sino ojos, boca, un aliento cercano al vacío, tienen la piel siempre cercana a quien los ve, es más, una vez que se ha visto uno, nunca más se dejará de verlos. Sí, son inevitables, aveces, pero solo en ciertos casos resultan un poco molestos, porque los pobres mortales no soportamos la presencia tan exquisita de esos seres y nos sentimos asfixiados, como desesperados, como solos, como si de pronto quisiéramos, comernos el mundo pero sin saber como y eso si que es molesto... De cualquier manera yo me atrevo a desmentir a todos esos ignorantes que, sin mayor razón que la suposición, afirman que los ángeles carecen de

Atrapar el tiempo

Como te dije la vida es para vivirla y la vida es un segundo y un segundo a tu lado es una vida entera y vale cualquier esfuerzo. Y lo mismo, una vida a tu lado es un segundo y una vida no alcanza para estar juntos y el tiempo se nos escapa por los pequeños huecos que quedan entre nuestros cuerpos cuando estamos juntos. Por eso atrapemos el tiempo siempre; una vida o un segundo.

Regálame tu cuerpo

Regálame tu cuerpo, así completo y te prometo ser para él yo entero. Regálame tu cuerpo y lo cubriré de lluvia lo bañaré de sueños, le daré ternura. Regálame tu cuerpo y lo cuidaré como un niño cuida lo que ama, como abraza el muñeco de trapo quien le acompaña en la cama en las noches de diluvio. Regálame tu cuerpo para abrazarlo, para darle calor en los inviernos y cuidarlo en las fiebres y en los llantos, para darle el amor que llevo dentro y en cada encuentro llenarlo de pasión, de sol de viento y de tormentas. Regálame tu cuerpo, prometo cuidarlo, acariciarlo con ternura, protegerlo del oscuro sueño que sueñan aquellos que perdieron su tacto en la locura, de toda sospecha de toda duda, contra todo y contra todos, porque será mío, tu cuerpo, mi cuerpo. Porque lleva tu alma dentro, porque eres tú, porque junto al mío somos nosotros.

¿Cómo decirte que te amo?

Es tan grande lo que siento que no me cabe en dos palabras Lo siento mucho. Simplemente no me cabe. Por ello te dire, que quiero tus enojos, Que quiero verte despertar desaliñada, molesta, triste. Que quiero estar contigo en tus peores días del mes, cuando maldigas, cuando grites y te enfades. Que quiero estar ahí cuando estés triste cuando arrojes la toalla, cuando me odies. Quiero ver lo peor de ti, quiero estar ahí, simplemente estar ahí. Quiero saber tu peor secreto y que no me importe, quiero ver lo seco, lo sordo, lo ciego. Quiero todo de ti, incluso quiero aquello que no quiero Pero quiero estar ahí, quiero verlo, que me duela, que me lastime, que me atormente, no me importa pero quiero estar ahí cuando suceda. Porque ya sé que es no tenerte, no saber de ti, no ser nadie, estar ausente. Ser una sombra guardada en un ropero, una carta no enviada, Un sí que no se dijo o un te amo, no te vayas.

Tanto tiempo

Tantos años de no ser nada tuyo, tantos. Tantas mañanas sin verte a los ojos y despertarte con un beso. Tantas las horas de no verte, tantas las tardes sin tu pelo junto al mio, tantas las gotas de lluvia que no nos han mojado y tanta la arena junto al mar que jamás hemos pisado. Tanto de tantas cosas, que no alcanzo a distinguirlo. Tantos te amo sin decir, tantas caricias sin nacer, tanta tinta de tantos poemas que no me has inspirado. En fin tanto yo y tanta tú, lejos, perdidos. Tanto que tenemos aún por ver, por sentir, por vivir, que doy gracias a la vida por los años de no verte.

De estrellas y ocasos

Sobre un muro de recuerdos te vi, tranquila, dormida apenas buscando estrellas, apenas recordando olvidos. No estaba buscando un atardecer ni un recuerdo, ni el sol, ni un murmullo de sonidos suaves ni un aroma tenue como el tuyo y a pesar de todo, te encontré. Noche, día, estrella. Mujer enorme, mujer grande.   Tantas noches te vi, tantas. Tantas tardes pensé en ti, tantas. En tantas estrellas te vi por tantas noches, que terminé por soñarte. Quién diría que una tarde por la noche de algún día me soñaría contigo. Una mañana de un ocaso quise tomar tu mano, sentirte cerca inundando mis recuerdos con tu nombre estremeciendo cada estrella de mis sueños. Y te vi. Por fin como soy. Rompí mi promesa de no atrapar estrellas, de no robar ocasos otra vez. Otra vez te vi y esta vez te ame, te quise, te extrañe, te extrañe tanto. Nombres después, letras adelante, me di cuenta. Otra vez traté de robar estrellas de atrapar ocasos. Traté de aprisionar la flor más bella, la más libre. Entré al lugar

Noche y día

¿Has visto cómo amanecen los sueños? Cómo se van estirando, cómo crecen, Cómo finalmente maduran, se hacen carne y aprenden a volar por si mismos. Y me pregunto: ¿has visto un sueño cuando anochece? Cómo se expande, cómo se relaja, Cómo sus formas se hacen suaves y su aroma empieza a llenar los espacios entre los cuerpos. Seguramente no lo has visto como yo. Seguramente me estabas mirando a los ojos cuando ocurrió.

Un día cualquiera

Un día de esos días, como cualquiera, en que mis pasos tomaban rumbo hacia algún lado, me topé con la noticia que había estado esperando durante tanto tiempo, tanto, que dejé de esperarla sin darme cuenta. Me encontré cerca del aroma de una mujer de cabellos dorados, con sonrisa de aurora, ojos profundos, labios de abismo, senos de tormenta, talle de cascada, piernas de vereda, con la vida en la boca y la muerte en los besos. En tanto, reuní de nuevo mis sentidos y me halle absotro recorriendo esa piel como la espuma, de un aroma suave y esconido, como el que se percibe del incienso en los templos místicos de no sé dónde. Me encontré siguiendo una vereda a ciegas, deslumbrado por la risa contagiosa de la mujer de cabellos de oro esperando hallar refugio en la penumbra, hundido en el abismo de sus boca y ahogándome en las aguas de su cuerpo. Un día de esos como tantos otros días me di cuenta que una mujer de cabellos dorados, escencia de bosque y piel de espuma,

Aquí te tengo

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Aquí te tengo Ahora que lo pienso, no sé bien quién eres. No se nada de ti. No hay un papel que diga mi nombre en tu archivero. Pero llegaste. Entraste por una puerta cerrada años atrás. Dijiste: ¡estoy aquí ¡ y te instalaste. Ahora encuentro tu nombre debajo de muchas piedras, en el polvo que no limpio, en las letras que no he leído y hasta en los sueños que no recuerdo. Por que estás ahí, en mis sueños; entraste en ellos cuando ya habían terminado. Por que ahora sabes que soñé soñando que soñaba y ahora ya te sueño. Ya te extraño. Por que llegaste a contagiarme una locura fermentada, destilada y añejada en los rincones de mi propia historia. Eres la cometa que vuelo por las noches y aferrado a ti vuelo, recorro ese mundo, mi mundo, mi reino olvidado de donde he sido desterrado y donde vuelvo cuando duermo. Me conoces por mis sueños, pero te sueño y no te conozco, Te conozco, me conoces y es extraño ¿sabes? Ahora llevo conmigo un papelito con mi nombre, sólo por s

Como

Y finalmente cayó el rayo quebrando el viento, rompiendo el aire. Como una ráfaga de aliento, como un secreto en la carne, como una ola de sueños. Y el tiempo fue nada y la nada fue todo. Y el suspiro se hizo grito en silencio y el silencio se hizo espasmo. Como una tonelada de aire, como un abismo de sueño, como un momento, eterno, constante. Como un de nuevo, de nuevo, de nuevo. Como un no más, como un nunca antes.

Señora

Francamente nunca he sido muy bueno en eso de decir cosas solemnes pero la memoria en ocasiones, para mi fortuna, me trae de nuevo los aromas, los sonidos y las imágenes de una casa vieja donde tuve tierra, plantas y animales; en fin, todo aquello que todo niño necesita para ser niño. De todas aquellas imágenes, muchas me han abandonado sin poder hacerlas volver y las que me han seguido lo han hecho tan persistentementeque soy quien soy gracias a ellas. Son precisamente esas persistencias las que en este momento me hacen recordar que hace muchos años conocí a una mujer tan alegre que su risa hacia eco en las paredes de la vieja casa, donde, cuando niño, solía ponerme a fantasear con mundos nuevos; tan grande que su sombra aún me cobija a varios kilómetros de donde me encontré por primera vez en su regazo; tan inteligente que me dejó tropezar una y otra vez sólo para asegurarse de que aprendería a caminar, pero sobre todo, a levantarme. Qué importante sería para

El peso de la noche

¿Alguna vez has sentido el peso de la noche? La angustia de llegar a no sé dónde, el puñal de ser testigo y quedarse mudo, saber algo que nadie te ha dicho que es mentira, rondar por las calles buscando un rostro que sabes de antemano que no habrás de ver, poner cuerdas en tus manos y pies pero aún así correr detrás de algo, dormir con un ojo abierto para no soñar, despertar con la prisa de buscar y no saber cómo, llegar de pronto a todas partes y saber que aún no estás ahí, querer embriagarte de la pena pero seguir sobrio de la angustia, estar completamente segura de que dudas de todo... Eso, amiga, es el peso de la noche

Amanecer

Como una paloma en la arena, mi mano recorrió tu espalda. Entre las sábanas adivinaba tu cuerpo, suave, tenue. Sentí tu pelo, miré tu cara, besé tu mejilla y cuando quise verte ya no estabas. No eras tú. No era yo. Eran ahí dos desconocidos, dos cuerpos perdidos, restos de naufragio, canciones olvidadas. Y entonces la sed, la resaca, la tierra bajo mis pies, mis palabras, tus palabras. Pero aún así besé tu pelo y acaricié tu espalda. Te dejé dormir, y al salir, me fui de ahí, de donde nunca estuve, de donde ya no estabas.

Ya pasó

En fin, ya pasó. Como habían dicho mis astros de las noches más oscuras. Se derrumbó mi castillo de naipes marcados, de palitos de paleta, de ojos abiertos y sueños cerrados. Sin decir una palabra me pediste cordialmente que descienda así, lento, sin prisas ni tropiezos, del pedestal que me alquilaste. Pero en fin ya pasó. Regreso ahora a mi barranco a buscar raíces, regreso a la humedad agreste de las noches sucias donde reino yo, donde no habita nadie, donde no hay musa. Voy de vuelta a mis dominios, de bebidas negras, de aire turbio. Pero sin pena, porque, en fin, ya pasó. Tomo las tardes y las mañanas que te presté; me las llevo de vuelta todas incluso esas cuando me ignoraste, cuando fuiste bella en mis pupilas y acaricié tu cara, aquellas donde el sudor, la prisa y la ternura hicieron de la tarde un día y de la noche un siglo. Me llevo mis despojos conmigo, me pertenecen. Me vuelvo a casa cojeando y dolorido sin mirar al frente. Me voy sabiendo que por un r

Los buhos de la noche

Luego de caer el sol y de la música me encontré contigo en la penumbra radiante donde las soledades se acompañan y después de un verso al oído, musitado, apenas murmurado, me hallé envuelto de tu ser en un abrazo. En un carruaje tirado por caballos muertos huyendo del reloj de las estrellas, sentí tu aliento, tus manos, tu cuerpo tibio y la luz se hizo de nuevo entre mis manos. Y, en un segundo, como una chispa de olvido en nuestros ojos, tus labios y los míos se hicieron fuego, rompiendo el sosiego en mil pedazos, probando una gota de deseo de la copa sin fin de los arcanos. Bebí. Bebimos embriagados para huir como ladrones, Perseguidos luego de haber robado a la noche sus secretos. Desde entonces vivo colgado de un suspiro, arrancando a la noche tus abrazos, cálidos fuertes y emotivos, teniendo sólo cual testigo a los búhos solitarios del recuerdo.

Venganza

Lo lograste, desataste los demonios, incendiaste la noche, me llevaste a tu cueva. Alevosamente hiciste brasas de mi carne, rompiste el dique, elevaste la marea. Me inyectaste tu veneno y me hice fiera. Encendiste el hambre, saltaste la cerca. Sin respeto alguno me tocaste y ahora el deseo de tu cuerpo me rodea. Busco tus ojos entreabiertos, tu aliento, tu impaciencia. Espero convertir tus suspiros en grito y tu cuerpo en mi trinchera. Quiero refugiarme entre tus piernas, beber tu noche, apagar tu hoguera. Me diste a probar tus caricias pendencieras, y ahora quiero arrancar tu ropa, oprimir tu pecho, darte mi esencia, llenar tu espacio, morder tu espera. Anda pues dame tu vino, muerde mi carne, chupa mi sangre, abre las puertas, invítame a ser siempre tu vampiro y déjame entrar en tus noches sin estrellas. Quiero sentir lo tibio de tu vientre y morder tu cuello, hacer que regreses de tu ausencia, inundarte del calor que me despiertas. Después de todo eres culpable

Vino dulce

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Qué difícil fue dejarte, decir adiós, adiós sin más, adiós sin ti, adiós sin mi. Yo, un hombre de la calle, vi la mar en pleno eclipse y anidé en tu cuerpo, tibio, pródigo y fui eterno. Toma mis manos, ata mi cuerpo, haz que mi boca deje de ser mía, acerca tu piel y bebe de mi, haz de esta noche contigo un milagro sordo, un prodigio de humedades y suspiros. Tómame de nuevo. Pusiste en mi cuerpo siete flores blancas, sobre mis manos tus senos tibios y bebimos el vino dulce del olvido arrullados por la voz oscura de un maldito. Resumiendo, esa noche la perdí en tus brazos, me extravié para siempre, me hurtaste del mundo, me sacaste de la cueva donde habito para darme tu elixir de cálidos deseos. Te hice mía después de todo, antes de todo. Me hiciste tuyo, me tocaste, me sentiste, me diste a sentir tu entraña, me colmaste, marchitaste mi frente, floreciste mi alma, graduaste al aprendiz que pintaba en la noche los retratos vacíos de recuerdos vagos y le diste a

Brasas

Una chispa que guardé en mi corazón sintió el viento de tú presencia; se ha vuelto llama. Ahora vivo con miedo del fuego que desatas pero quiero consumirme en un abrazo tuyo y ser ceniza entre tus labios fuego en tú pelo y dejar mis brasas en tu cama.

Estás aquí

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Finalmente estás aquí, de nuevo siento tus pasos y busco tu aliento entre las sobras, tu imagen me persigue como hizo tanto tiempo y en las tardes frías, busco tu mano junto a la mía para caminar juntos como dos novios, como dos buenos amigos, como dos, simplemente dos. Llegaste otra vez luego de que la noche me arrancara tu figura, la hiciera pedazos y la escondiera detrás de las lágrimas que lloré cuando dejé tu casa la última vez. Se fueron tus ojos con delineador azul, se fue tu pelo de niña suave, se fueron tus manos empeñadas en pelear con mi camisa. En fin, te fuiste de mí, sin saberlo. Me fui de ti sabiéndolo tú. En un segundo los minutos se hicieron décadas, a unos metros, la distancia se hizo años y en un silencio, mis labios se olvidaron de decir Te quiero a fuerza de no habértelo dicho nunca. Nunca te lo dije, nunca lo escuché. Nunca se hizo siempre y así nos perdimos. Te soñé tanto que dejé de soñar para no verte. Te lloré tanto que dejé de llorar tu a

Como siempre

A la sombra del sol, en pleno día, al calor de la ciudad fría, la mañana de una tarde, un verano de algún año, llegaste de nuevo y me abrazaste, sentí tu piel, tu pelo y tu mirada; y fuimos de nuevo aquello que no fuimos. Fui tuyo como siempre lo fui, como nunca pude serlo. me tomaste en tus brazos, me abrigaste, alejaste los miedos. me rendí sin esperanza a tu deseo, a tu hechizo, a tu cuerpo. Rompí mis cadenas para dejarte salir del cautiverio, para sacarte por fin de mis recuerdos tristes, de las noches solas, de las camas frías. Soñé por un momento en tu cuerpo sin estar dormido ni despierto, con los ojos abiertos, soñando pero atento a cada paso tuyo. Te vi, me viste. Te busqué y te encontré, nos encontramos. Desnudos, vírgenes, como dos niños. Perversos y sedientos, ansiosos, expresivos, felices por fin, tristes por siempre. Oi tu grito ahogado, mitigado por mi fuego. Sentí tu cuerpo entero, el más puro, bello y anhelado. Te di a beber de la sed que llevo en

Jamás

Una gota, dos gotas, tres gotas. Así, poco a poco, una gota a la vez, una gota por cada segundo, sangraré. Así, como los últimos veinte años, como las últimas dos semanas, como los últimos dos minutos, como los últimos tu y yo, los últimos. Los astros se equivocan después de todo, ni las fechas, ni los días, ni nada habrán de obrar el milagro de estar juntos; no mis palabras, ni mis poemas, ni mis caricias. Porque el miedo nos hizo presas hace años. Porque soñamos despiertos y despertamos dormidos a pleno sol, quemante y abrasivo, muriendo sobrios la muerte de los vivos que mueren sin saberlo. Porque fue tan grande el fuego que encendimos que ardimos hasta el hueso, invocando demonios acechantes, furtivos, malnacidos, que rondan por las calles escondidos a la caza de un amor, de un suspiro. Crueles cancerberos leyeron mis versos, los mordieron, profanaron mi tesoro, lo escupieron. Malditos, por siempre los maldigo y hasta mi muerte maldeciré la hora en me viero

Mía

Hoy me levanté de la cama con una sensación extraña, muy extraña. Esa sensación de extrañarte profundamente y tenerte cerca, sentir en sueños que estás a mi lado, que te puedo tocar con sólo estirar mis brazos y, sin embargo, sentir sólo el vacío al hacerlo. No te puedo extrañar porque estás conmigo, aquí, detrás de mi hombro izquierdo, como una visión, como un fantasma. Me sigues donde quiera que voy, me aconsejas, me regañas, me das palmadas cuando algo he hecho bien. Sin embargo siempre que volteo a mirar tus ojos ya te has ido. Estás junto a mi en todo momento pero jamás te puedo ver, eres intangible, etérea, sin embargo tu piel ha estado tan cerca de mí que su textura se volvió parte de mis yemas y siento tu tacto en todas partes, tu cuerpo desnudo quemó mis retinas y ahora veo tu silueta donde quiera que miro no importa si es la calle, el horizonte o mi propio reflejo. Estás ahí, inmensa mujer de senos como canciones, Hermosa aparición de caderas generosas, de man